La Consciencia: Sensación y Percepción
La relación entre la mente y la realidad
Soy
percepción, entonces existo.
Antonio Belisario
Los ojos no ven el mundo… lo hace el cerebro.
¿Cómo percibo la realidad?
Este
segundo post acerca de la consciencia trata, brevemente, sobre la relación del
cerebro con el mundo exterior. ¿Cómo los estímulos que llegan al cerebro por
medio de nuestros sentidos se transforman en información y generan una
respuesta, un sentimiento, en el mismo? Ser conscientes implica un “de qué”,
“cuándo”, “cómo” y un “dónde”.
Nuestros
cinco sentidos son los medios fisiológicos por los cuales respondemos a los
estímulos visuales, táctiles, olfativos, auditivos y gustativos que denominamos
sensaciones.
Es
necesario comprender la importancia de las sensaciones y cómo el cerebro
transforma estas en percepciones.
¿Cómo
percibo la realidad? ¿Cuál es mi percepción acerca del amor? ¿Qué pienso con
relación al trabajo? ¿Cuál es mi percepción sobre la vida? ¿Qué siento cuándo
tengo una pérdida? ¿Cómo percibo el tiempo?
El
término percepción es muy utilizado en el diario vivir y es aparentemente
algo sencillo de comprender. Cuando alguien en una conversación coloquial nos
pregunta nuestra percepción de una determinada situación respondemos sin
titubear; o bien si estamos, por ejemplo, en la playa frente a un atardecer, lo
percibimos y lo admiramos, y por supuesto no nos detenemos a pensar en cómo se
da este proceso.
La
sensación es el proceso cerebral primario mediante el cual los receptores
sensoriales reciben e incorporan como representaciones mentales de la realidad
física los estímulos energéticos del medio ambiente.
Esta
información es seleccionada para ser ordenada e interpretada como percepciones
gracias a la participación de la memoria, la emoción, el pensamiento, la
motivación, los sentimientos, las experiencias sensoriales previas, en fin la
experiencia. Esto implica un reconocimiento del objeto o el acontecimiento percibido
para producir una adecuada interacción con el ambiente. Este proceso es
fundamental para la supervivencia y la evolución del individuo y de la especie
tanto en el aspecto biológico de la misma como en el psicológico o social.
La
información es almacenada como experiencias por el cerebro gracias a uno de sus
procesos más importantes con relación al tema de la consciencia: el proceso
cognitivo. La experiencia es el aprendizaje realizado por el individuo y le
permite darle una valoración y una significación a la misma que transforman el
comportamiento y las actitudes con relación al ambiente en el cual está
inmerso.
Estímulo,
sensación, percepción… proceso cognitivo, cíclico, continuo.
La
mente que soy está en permanente aprendizaje, categorizando, estableciendo
relaciones, en su función de aprender, comprender y “crear la realidad”. Con
cada estímulo nuevo, diferente al ya aprendido, desarrolla e interioriza
experiencias inéditas soportadas en eso desconocido que hay que significar,
relacionar, comprender y ser.
Y
ser es necesariamente un modelo mental del mundo, soy paradigmas. Cada estímulo
energético que llega a mis sentidos altera expansiva o nocivamente las
creencias que soy. La misma visión de un atardecer en la montaña es percibida
de manera diferente por cada cerebro, por cada mente. Para el depresivo es
ocasión de sufrimiento, para el enamorado lo es de arrobamiento. Cada quién decide
qué hace con sus percepciones y esa decisión está soportada, básicamente, en lo
que aprendió durante los primeros siete años de su vida.
La
percepción transmuta las sensaciones en maravilloso o atormentador conocimiento
pleno de significados, emociones, sentimientos. La percepción es el nacimiento
de la consciencia, la manifestación del yo estoy siendo yo y el otro.
El
percepto es contenido, es la experiencia que tenemos del mundo asimilada
cognitivamente; es representación, y sus
componentes son la memoria que establece el reconocimiento; las creencias,
asociadas a la conducta y las habilidades; los conceptos que categorizan
semánticamente la realidad que estamos siendo y lo afectivo, gracias a lo cual
valoramos los datos que recibimos del medio ambiente.
Sin
embargo, nuestros sentidos perciben un porcentaje muy pequeño de la realidad
física, están tan limitados en sus capacidades. Hay colores que no podemos
percibir, sonidos que escapan a nuestro sentido del oído, olores inimaginables
por nuestro cerebro…
Igualmente
sucede con el procesamiento de la información y con la capacidad de comunicar
la misma.
La
distorsión de la percepción
Implica una actitud psicológica nociva al asumir
ideas que no concuerdan con la realidad y generando emociones, sentimientos y
pensamientos tóxicos. La vida subjetiva de la persona es un caos, saturado de
conflictos, insatisfacciones y displacer; por ejemplo, la persona percibe de
forma alterada las dimensiones del cuerpo convencida de que “está gorda” (anorexia
nerviosa) y comienza de manera obsesiva dietas que ponen en peligro su salud,
llevándola en algunas ocasiones hasta la muerte. Hay un problema de imagen que
no está en el espejo...
Cuando
hay un trastorno de la percepción de sí esta tiene un carácter subjetivo que
tiende a no relacionarse con la realidad física.
Otros
ejemplos de distorsión de la imagen corporal son:
El
trastorno dismórfico corporal, la dismorfia muscular y la vigorexia. Tales trastornos
en la percepción generan preocupación excesiva, ansiedad, depresión y
aislamiento en el aspecto social.
La
distorsión de la percepción a través de algunas preguntas y afirmaciones.
¿Cómo
afectan las circunstancias sociales la realidad que creo ser? ¿Determinan tales
escenarios de manera inevitable el cómo me siento?
Necesito
descubrir si el modo en que pienso la realidad, en ese perenne monólogo
interior, es una distorsión cognitiva de esta.
¿Pienso
catastróficamente sobre situaciones cotidianas y obtengo la ganancia de la
incertidumbre y la ansiedad?
No
debo personalizar las cosas que ocurren a mi alrededor. Ni las situaciones ni las actitudes de los
demás tienen que poseer una connotación de desastre personal.
No
descalificar ni restar valor a los logros, a las vivencias positivas es lo
sano. No hay que poner el enfoque, la exageración, en cosas negativas que, sprobablemente, no están allí.
¿Cómo
me siento al vivir bajo normas rígidas y, probablemente irracionales?
Si
siento que alguien me engaña razonar desde lo emocional justificará toda mi
desconfianza.
¿Por
qué anticipar el fracaso en lo que se está por realizar?
Sin
elementos suficientes de juicio no es sano pretender adivinar lo que el otro
piensa, o suponer su intencionalidad.
¿Polarizo
al extremo las cosas, aún las más simples, en un tóxico todo o nada?
Generalmente... es bueno no generalizar.
Es
tan sesgado eso de confirmar a como dé lugar los prejuicios acerca de las
personas o de las circunstancias. Sólo estar al asecho para gritar jubiloso…
¿Ves? Yo lo sabía.
¿Cómo
me siento y qué pienso acerca de mí con relación al otro? El otro siempre es
mejor que yo o seguramente es un pobre diablo.
Hemos
de cuidarnos mucho de valorar selectivamente las circunstancias y a las
personas de manera negativa sin tomar en consideración los aspectos positivos,
funcionales.
¿Por
qué la vida es tan injusta conmigo?
Calificar
negativamente la propia persona y a las demás sin considerar todas las
circunstancias es vivir con una etiqueta en la frente.
Querido lector, si te ha gustado este post puedes ayudarnos compartiéndolo en tus redes sociales y regalándonos un maravilloso Like.
Te invitamo s a dejarnos tus conclusiones en la sección de comentarios.
Gracias por visitarnos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario