Paradigmas Catastróficos.
¿Qué es ser Conflictivo?
El paradigma Catastrófico de la Conflictividad.
He leído, ocasionalmente,
artículos relacionados con “el poder de la palabra”. Me inquiero entonces: ¿Tiene
la palabra algún poder? ¿Es mágico tal poder? ¿Psicológico tal vez?
El lenguaje es el medio gracias
al cual los animales comunican sus ideas y sentimientos. Los medios al cual
recurre la persona para expresar sus conceptos son el habla, los grafismos, los
signos, la escritura, las señas.
En este post nos enfocaremos en el
lenguaje oral, en la palabra hablada que utilizamos para expresar nuestros
deseos, inquietudes y el resto de nuestras necesidades como seres humanos; indagaremos
en el cómo pronunciamos las palabras que son nuestro modo de comunicación y de
expresión de los pensamientos y del sentir que somos.
Cuando hablamos ineludiblemente expresamos
el ser que somos, los paradigmas que somos. Hablar muestra del hablante más de
lo que desea decir... sólo hay que saber escucharse y saber escuchar al otro.
¿Quién
pienso que soy? ¿Cómo creo que soy?
La persona cree tener una cierta
certeza acerca de quién es; para ello se soporta en el aprendizaje, en la memoria
plena de recuerdos, en sus nexos sociales, en lo que el otro diariamente le
confirma acerca de sí. Cada individuo es un modelo mental de la realidad muy singular,
un sistema único de creencias que denominamos paradigma.
Tal modelo personal de la
realidad es un complejo y maravilloso tejido compuesto por innumerables hilos (conceptos/emociones).
Cada tejedor hace o no lo mejor para crear un primoroso paño o un andrajo. Esto
depende de las habilidades y destrezas que haya adquirido a lo largo de su
vida.
La manera en que hablamos muestra
cómo somos… lo que estamos siendo.
En el aspecto psicológico declara las creencias que somos;
los sentimientos y las emociones que expresamos en cada palabra, en el tono de
la voz, en su volumen y modulación; nuestras afirmaciones, nuestras negaciones,
nuestras preguntas. Todas están relacionadas con los que somos más allá de lo
que creemos ser. Al hablar decimos al otro el paradigma, el modelo mental de la
vida, que hemos desarrollado.
En este post propongo que
sustituyamos algunos conceptos que utilizamos en nuestra vida diaria. Estos
conceptos están relacionados con una visión que permite vislumbrar la
diferencia entre el discernimiento, la racionalidad con relación a la emocionalidad.
Cuando hablamos como, ya dijimos
antes, mostramos las creencias que somos, el cómo percibimos la realidad social
y expresamos necesariamente emociones con relación a dicha realidad.
Vamos a tratar directamente
acerca de un concepto qué afecta la vida de muchas personas. Este es el
concepto de conflicto o la percepción de que las cosas todas le resultan al
individuo conflictivas. Las relaciones de pareja, familiares, laborales y en
general todos los aspectos de la realidad social están impregnadas de una permanente
y estresante manto de conflictividad.
El Paradigma Conflictivo.
Escuchemos a algunas personas. Escuchemos
el modo en que habla, lo que dice, lo que no sabe que dice, lo que deja de
decir…
“Esa persona si es conflictiva” “Es
que tengo muchos conflictos en mi trabajo” “Desde que nos casamos todo ha sido
un permanente conflicto”
No hay situaciones conflictivas,
no hay condiciones conflictivas; la vida no es un conflicto, “lo conflictivo”
radica en la personal percepción que se manifiesta como tal y expresa la
ansiedad, los miedos del individuo.
Lo conflictivo está determinado
por la formación, por la educación recibida por la persona. Esta afirmación
implica que la persona es o no es conflictiva. Repetimos ahora que las
situaciones no son conflictivas en sí mismas, por sí mismas; es el enfoque y la
manera en que se comprende la vida lo que determina que tales situaciones le
resulten a un individuo determinado conflictiva.
Ser conflictivo es algo que se
aprende en la niñez, se aprende de nuestros cuidadores, ya sean estos nuestros
padres, abuelos, el orfanato. Se aprende de niños, se aprende y se imita de las
actitudes de los cuidadores, de los encargados de nuestra educación en lo que
consideramos el hogar.
El cerebro del niño absorbe como
una esponja todo lo que ve y escucha y no puede ni sabe discriminar que es lo
funcional de los nocivo, lo expansivo de lo limitante. Esto es así porque sus
cuidadores, figuras parentales, son para él el modelo directo, necesario y
determinante. De este modelo toman todo aquello que va a ser formado en sus
redes neuronales; el cerebro aprende amor, aprende odio, aprende tolerancia,
aprende maltrato, aprende incertidumbre y todo lo que está aprendiendo va a
depender de la conducta de tales figuras parentales.
De un cuidador observa y podría
aprender que, con frecuencia ante determinada situación, ha de desarrollar un
estado de conflicto interior, va a aprender a mantener tal actitud de conflicto
ante situaciones similares. El modelo conflictivo de respuesta no es,
necesariamente, ante situaciones expresamente adversas sino ante situaciones
que podrían no ser amenazantes por sí mismas, de hecho nada amenazantes para la
estabilidad o la seguridad personal.
Dos de las características de la
persona conflictiva son la intolerancia y la ansiedad; la persona conflictiva
no sabe cómo manejar de manera saludable, expansiva, la circunstancia que
piensa, que cree y siente amenazante y, por tanto, le genera tal ansiedad. La respuesta
del individuo ante el estrés que le genera este modo de ser causa agotamiento,
incertidumbre y, en casos agudos, enfermedad.
El conflicto es su manera de
entender la realidad social de un modo limitante y este afecta directamente lo
emocional, el corazón. La vida, existir, no es un conflicto. Es una sucesión de
circunstancias… el cómo las percibimos es un asunto individual.
Comprender estas palabras permite
establecer una respuesta que no resulte automáticamente reactiva. En algunos
casos la persona que sufre con este modelo mental de la realidad ha de buscar
ayuda profesional (por ejemplo: el psicólogo, el coach.)
La respuesta, a nuestro entender,
está en el discernimiento.
Del latín discernere (distinguir o separar) y del sufijo mentum (medio o instrumento.)
El discernimiento es el juicio moral
por medio del cual percibimos y establecemos la diferencia entre varias cosas,
cómo estas se relacionan y se impresionan entre sí. Es el criterio para
distinguir los elementos involucrados en una circunstancia determinada y nos
ayuda a determinar si una acción es buena o mala, correcta o incorrecta. Segura
o amenazante. El discernimiento nos permite realizar un juicio de valor cabal
acerca de las circunstancias y situaciones que experienciamos en la vida cotidiana.
Entre sus sinónimos encontramos:
comprender, distinguir con perspicacia, prudencia al pensar y actuar. Sus antónimos
son, entre otros, irreflexión, imprudencia, insensatez.
Es necesario agregar que la
persona conflictiva sufre enteramente su estado actual. La conflictividad
permanente deviene de la incertidumbre que está sintiendo, pensando y siendo a
cada instante de su vida. Se percibe víctima de las circunstancias, no sabe
discernir lo esencial porque paradójicamente la raíz de lo que cree que es escapa
a su conocimiento consciente. De alguna manera continúa siendo un niño asustado,
que no sabe ni puede relacionarse con el otro desde el Estado Adulto del Yo. Esto
es lo que necesita aprender: ser Adulto.
Ser Adulto implica el riesgo
necesario de equivocarse y, a pesar de ello, actuar. Envuelve tener una
valoración expansiva de lo que es como persona. La imagen personal positiva,
funcional, permite no reaccionar reactivamente de modo automático ante las
circunstancias y el discernimiento le lleva a valorar las mismas para responder
asertivamente.
El soporte profesional es
importante porque es poco probable que la persona logre resolver por sí misma,
ella solita, el paradigma catastrófico de la conflictividad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario