El Divino Secreto de La Oración.
Un diálogo íntimo con Dios.
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Oración y Plenitud.
Existe en el ser humano un poder maravilloso de realización espiritual y material, un poder que no está oculto, un poder permanente y telúrico, generador de milagros, un poder liberador y que colma de bendiciones el espíritu humano. Ese es el bendito poder de la oración, de la plegaria.
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Satisface
las necesidades del cuerpo, de la mente y, por decirlo de algún modo, permite a
la persona sentir, percibir, de manera intensa e íntima la presencia de su
Creador.
La
Oración (del latín oratio, -onis) es la expresión oral, mental o gestual,
piadosa, que acerca a la persona a su Creador. Permite establecer un vínculo
íntimo, personal, para expresar gratitud, para hacer una petición o sentir
consuelo y fortaleza en las circunstancias adversas.
Esto
creo…
Cuando
oro sé que Dios me escucha y… me responde, como un padre amoroso y justo a su
hijo.
Orar
es una manera de vivir, de sentir, pensar; es una manera de existir con bondad,
amor, honestidad y bienestar consigo mismo y con los demás; de respeto ecológico
a la naturaleza, a sus criaturas: las plantas y los animales.
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En
una ocasión un amigo me comentó con cierta angustia que creía que Dios no lo
veía, no lo tomaba en cuenta, que lo ignoraba. Le respondí que Dios nos mira a
todos, a cada uno de sus hijos, que permanentemente piensa en cada uno de
nosotros y que si de alguna manera, por un instante Dios dejará de pensar en él,
en ese preciso momento, desaparecería como si no hubiera existido nunca y que
una evidencia de que Dios piensa en él era que en ese momento aún estaba allí.
Cuando
Oro lo hago con gratitud, agradeciéndole a mi Señor todas las bendiciones que
estoy siendo, que estoy teniendo, disfrutando, y aún me atrevo a pedir más, ya
sea salud productividad, amor.
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La
acción de orar es generosa. Además de orar por los míos, oro por las personas
que sufren por causa de enfermedades físicas o mentales, por las personas en
hospitales, en cárceles, por las personas envueltas en el flagelo de la guerra,
oro por la paz, por la convivencia, la tolerancia entre las personas.
No
soy una persona religiosa, soy un ser espiritual; los paradigmas religiosos o ateístas
no los comprendo ni los crítico.
Evidentemente
se ora a Dios, independientemente de si se practica o no una religión. Orar
pertenece a la esfera del mundo espiritual. Es una creencia funcional de
devoción y esperanza en el poder y amor de lo que denominamos nuestro Padre Celestial.
Orar es conversar con Dios, es un diálogo en el cual es importante aprender a
escuchar Sus respuestas.
Quien
ora sabe que su Creador está a su lado,
que lo está mirando, escuchando, cuidando, comprendiendo.
Orar
produce el efecto sanador de percibir que se existe en un mundo menos
amenazante y le da al devoto un sentido cósmico, un maravilloso sentido
armónico de paz mental e incrementa el disfrute de vivir.
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En
las personas creyentes con trastornos de ansiedad la oración ayuda a
sobrellevar los mismos… saben que, espiritualmente, no están solos en su
sufrimiento.
Hay
innumerables estudios científicos relacionados con la eficacia de la oración,
los ignoraremos porque sus resultados no son de interés para nuestro post y porque la oración es un acto de fe, de
confianza, de esperanza. En lo personal no necesito la validación de la ciencia
para proceder a confiar plenamente en mi Creador.
Oro
por mí, por ti… por todos. La compasión, la empatía, el interés y preocupación
por el otro catalizan el efecto de la oración.
La
oración, al igual que la dhyana (meditación), produce cambios expansivos en las
estructuras del cerebro relacionadas con la percepción de la realidad. La
percepción es el modo en que el cerebro categorizador, por medio de la mente
codificadora que es su epifenómeno, comprende aquello que ha creado como su
realidad del mundo natural y social.
Foto: Lee Bernd / Unsplash |
Como
he explicado en anteriores post no creo en Dios… confío en Él. Cualquier
creencia es necesariamente un constructo social, un paradigma fatalmente
social. La creencia o no en el mundo espiritual es inicialmente determinado por
mis cuidadores, por la familia en la cual crecí. Tengo el derecho asertivo de
creer o no, de orar o no y también el deber asertivo de respetar el pensamiento
del otro por muy diferente, extraño o contrario que sea al mío.
Indefectiblemente
orar implica esa confianza, involucra también creencias espirituales y
religiosas. Es la íntima confianza producida por la profunda certidumbre que
soy escuchado… aunque humanamente no pueda explicarme cómo sucede.
A
partir de los años sesenta del siglo pasado la cultura occidental, abierta, pragmática y libre, comenzó a
conquistar el mundo. El desdén por la vida espiritual comenzó a imponerse
paulatina y activamente. El cambio de valores implicado en el cine occidental
acentuó la individualidad, la ferocidad entre individuos, el egotismo… el macho
alfa manifestado en muchos hombres y mujeres. Por supuesto que un hombre duro
de matar no tiene nada que ver con esas pendejadas místicas, eso se lo deja a
los enclenques mentales.
¿Cuál
es el sentido de mi existencia? ¿Qué implica existir? ¿Estoy aquí para quedar
reducido a un olvidado polvo de estrellas? ¿Qué hay detrás de un interesante soy agnóstico? ¿Es motivo de
vergüenza confiar en una divinidad que no puedo inteligir?
La
oración, la plegaria, está radicalmente integrada en mi vida cotidiana. No
pretendería jamás convencerte al respecto para que asumas mis creencias. Sería,
de mi parte, de un total irrespeto intentar siquiera persuadirte que tengo la verdad y que debes orar,
sólo tengo la verdad que estoy siendo. Me limito a compartir mis ideas y
experiencias porque, para mí, de eso se trata la comunicación generosa. No
polemizo, porque cada quien tiene sus razones para creer lo propio. Desde mi
visión de la realidad toda religión es verdadera y también es verdadero el
ateísmo. Es lo espectacular de ser humano, de ser persona.
Foto: Ben White / Unsplash |
Es
mi creencia que Dios siempre, siempre, está para todos… incluyendo a los
malvados (tal vez está más pendiente
de ellos).
Quizás
soy un enclenque mental, un consumado supersticioso, un fanático, un ignoranto anafabestia que no ha puesto los pies en la realidad;
quizás debería buscarme un trabajo o un hobby (no me compraré un perro porque
vivo en un departamento pequeño y a mi gata no le gustan los cánidos)
Orar
me permite intuir, aunque sea de forma vaga, el esplendor refulgente de la
Creación. Me otorga una perspectiva cósmica que me permite disfrutar de un
sentido de la vida trascendente, espiritual y socialmente. El significado de la
existencia, para mí, es integrador porque comprendo que todos los seres somos
inevitablemente uno. Que todos formamos una familia cuyos miembros han de
ayudarse, socorrerse, tolerarse… amarse.
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