El Sentido de la Vida
¿Cuál es el significado de la existencia?
Al principio todo fue curiosidad.
Introducción a la ciencia.
Isaac Asimov
¿Tiene la vida un sentido inherente?
¿Existe
el Destino?
¿Qué es el Libre Albedrío?
Estas
preguntas han sido respondidas de muchas formas a lo largo de la historia de la
civilización, respuestas disimiles y contradictorias entre sí; algunas religiosas,
otras morales o materialistas. La psicología y la neurociencia han aportado sus
interpretaciones al igual que otras disciplinas científicas.
Son
preguntas con profundas consecuencias filosóficas acerca del ser, de la
existencia, de lo que consideramos que es la realidad.
En
este post te invitamos a indagar con nosotros acerca de la primera de estas
preguntas. Las líneas siguientes son nuestra percepción sobre el tema. ¿Cuál es
la tuya?
En
los próximos post dilucidaremos las otras dos.
¿Tiene sentido la vida?
Cualquiera
que sea la respuesta que demos esta ha de ser comunicable, comprensible, aunque
inevitablemente polémica.
Desde
nuestra visión del mundo la vida no tiene de manera implícita un sentido moral ni un propósito
o finalidad. Tal sentido ha de ser asignado por cada individuo y probablemente este cambiará
a lo largo de su existencia. La razón de ser como ente social y espiritual ha
de ser desarrollada y explicada personalmente.
Las
preguntas universales acerca de la existencia han sido y continúan siendo: ¿Por
qué soy como soy? ¿Para qué estoy viviendo? ¿Existe la vida después de esta
vida? ¿De dónde vengo y para dónde voy? ¿Qué son la felicidad y el sufrimiento?
¿Vale la pena vivir?
Algunas
personas creen que plantearse estas preguntas de índole metafísica es pensar
tonterías filosóficas por lo cual no es relevante para ellas. Otras apercibidas
de su importancia indagan conscientemente para hallar sus propias respuestas.
Frecuentemente
la persona se encuentra confrontando esta cuestión al sufrir pérdidas
dolorosas que perciben como destructoras de su equilibrio vital. Al ver cómo se
van definitivamente sus seres amados o al hundirse en crisis económicas que
afectan profundamente sus vidas. No pueden comprender por qué la vida les hace
esto. Perciben las situaciones adversas difíciles como un injusto e inmerecido castigo
del destino, de Dios o del azar.
Vivir
implica incertidumbre, implica impermanencia, para bien o para mal. El cambio
es constante y tiene su propio ritmo. Algunos cambios se perciben apenas en el
transcurso de los años mientras otros son bruscos, inesperados, demoledores de
la sensación de seguridad; en ambos casos el cambio genera bienestar en
cualquier aspecto de la vida de la persona o produce crisis en los mismos.
¿Cómo darle un sentido positivo,
expansivo, a la propia existencia?
Reconociendo
la evidencia de que existimos como individuos ubicados en el mundo social y
asumiendo las responsabilidades implícitas en el hecho de ser personas; comprendiendo
la necesidad de darle, consciente y voluntariamente, significado a nuestra
vida, elaborando una visión y una misión de la misma.
Definir
con discernimiento e inteligencia el sentido individual de la vida es
establecer en forma irrevocable valores morales sobre los cuales sustentar nuestros
pensamientos, sentimientos y quehacer cotidiano.
Las
personas que indagan y realizan sus
propias conclusiones acerca del sentido de la vida tienden a ser felices,
exitosas, amorosas y empáticas. Su actitud proactiva les genera soluciones
eficaces, inteligentes, frente a circunstancias desfavorables de variada
magnitud. Responden la interrogante para saber quiénes son y hacia dónde desean orientar su existencia.
Vivir
la vida sin plantearse cuál es su significado es un poco como recorrer un
territorio desconocido sin mapa ni brújula; la persona desconoce hacia dónde va
y, lamentablemente, cómo llegar con bien a un destino cierto, seguro, benéfico.
Tal estado de cosas es el origen de dudas que manifiestan la ansiedad, el miedo
y el desconcierto que el individuo es.
No
necesitamos ser Platón, Kant o Heiddeger para inquirirnos acerca del sentido de
la vida. Cada persona tiene la posibilidad y el derecho de hallar su respuesta
de acuerdo a las creencias que es. Ya sea que se soporte en sus creencias
religiosas, políticas, morales, podrá concluir por qué está aquí, para qué
existe y qué anhela realizar en este transcurso maravilloso que es vivir.
¿Cómo lograrlo?
Estableciendo
objetivos claros sobre los aspectos relevantes de la vida personal, manteniendo
relaciones funcionales en el medio ambiente social; descubriendo día por día lo
bello y lo útil en nosotros mismos.
Haciéndonos
conscientes del valor que representamos para nuestros seres amados, disfrutando
cada instante aún en las circunstancias adversas (de las cuales nunca somos víctimas).
Pensando que somos entes socialmente productivos, espiritualmente hermosos, existencialmente
únicos en medio de individuos únicos. Desplegando valores de tolerancia hacia
quienes son diferentes a nosotros tanto por sus creencias particulares como por
su origen étnico y sus preferencias personales; sabiendo que la amabilidad
recíproca incrementa la posibilidad de comunicación y entendimiento.
Damos
sentido a la vida, le otorgamos significación, cuando en medio de la
complejidad de la existencia tomamos la decisión de vivir con plenitud,
planificando objetivos superiores para nosotros y la sociedad en lo material y en
lo espiritual; objetivos expansivos relacionados con lo económico, la salud, el
amor, la familia, los amigos y el resto de los miembros de las diferentes colectividades
en las cuales nos desenvolvemos.
Justificamos
nuestro esfuerzo cotidiano cuando, en medio de las circunstancias positivas o
nocivas, lo realizamos con el convencimiento, la alegría y el empeño de lograr el
éxito en nuestro empeño de alcanzar las metas personales.
Es
innegable el hecho que vivir conlleva la posibilidad de dolor, de frustración
por el fracaso de nuestros planes. También es innegable que el sentimiento
frustración y la sensación de fracaso sólo habitan en las personas debilitadas
por el maltrato durante la niñez. Estamos siendo lo que aprendimos que somos y
esta afirmación establece que lo que pensamos, sentimos, hablamos y hacemos son
la expresión del modelo mental del mundo que aprendimos. Darle sentido a nuestra
vida es un acto de consciencia, de voluntad, de realización y de confianza en
nosotros mismos.
El
sentimiento de insatisfacción, y la avidez subyacente, nacen de una íntima sensación
de carencia; son la negación de nuestras posibilidades creativas en todos los
aspectos de nuestro ser. Las personas que se sienten victimas tienden a no
comprender su experiencia social y espiritual, razón por la cual se encuentran a
sí mismas sufriendo “una vida sin sentido”, un día a día incoherente, abandonadas
en el desierto del desaliento, las adicciones y, en casos inesperados, el espectro
del suicidio establece su guardia impenitente…
¿Quién
estoy siendo? ¿Qué soy? ¿Tengo claros mis objetivos? ¿Anhelo realizar mis
sueños? ¿Me atrevo a soñar? ¿Me he preguntado qué deseo lograr como persona?
Son
tantas las preguntas… debemos osar responderlas.
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