Dios Existe…
En Él confío mi existencia.
Foto: Davide Cantelli / Unsplash |
La historia de la
humanidad es la historia del Conocimiento de Dios.
Antonio Belisario.
Un poco de
historia.
En Egipto el Faraón
Akenatón (Amenhotep IV, 1353-1336 a.e.c.) creó lo que se considera que fue la
primera religión monoteísta, una religión solar, cuyo dios era Atón (nombre que
significa disco en referencia al Sol).
Fundó una nueva
capital que sustituyó a Tebas y la denominó Aketatón, “Horizonte de Atón”. Realizó
cambios radicales en la sociedad egipcia, al convertir a Atón en la única
deidad del Estado, en menoscabo del, hasta ese momento, dominante culto a Amón,
considerado politeísta. Es el primer reformador religioso que se conoce, el primer
líder espiritual monoteísta. Su reinado implicó cambios en el ámbito religioso
y profundas reformas artísticas y políticas.
En la tradición
hebrea a hallamos a Abraham, su primer Patriarca. HaShem se manifestó a él y le
ordenó que abandonara su país, familia y le afirmó que lo haría una gran
nación. Luego encontramos en la Torah la historia de Moisés, quien recibe las
Tablas de la Ley conteniendo lo que conocemos como Los Diez Mandamientos. En estos
HaShem le ordena a Moisés “No harás para ti estatuas ni imágenes semejantes a lo
que hay arriba en los cielos...”
Lo interesante en
estas palabras es que implican que no podemos (realmente no podemos) formarnos
una imagen del Creador y no debemos pretender representarlo. ¿Cómo adorarlo si
no tenemos una imagen, un símbolo, para hacerlo?
Todas las
religiones utilizan ídolos “para saber” cómo es la divinidad. En el caso de Akenatón
se valió del disco solar. Los caldeos, sumerios, babilonios utilizaron
carneros, toros y figuras antropomórficas. El arte escultórico de griegos y
romanos está repleto de representaciones de Zeus, Júpiter, Ares, Afrodita. El
arte religioso hindú de imágenes de Brahma, Krishna, Kali. Aún hoy las personas
tienen la necesidad de tener imágenes que representen a Dios para sentir que
existe.
El poder de la antigua
religión hebrea se soportó en la capacidad de abstracción en su interpretación
de HaShem; de hecho su relación con Di-s no necesita de tales imágenes. Desde
nuestro punto de vista el hecho que se plantearan no significar con imágenes al
Creador es muestra del alto nivel de pensamiento metafísico, religioso,
espiritual en una época que hoy en día consideramos primitiva. No fue sólo una
religión monoteísta en un mundo politeísta sino la primera que por
instrucciones muy precisas debía prescindir de ídolos.
Si somos hechos a
imagen y semejanza de Elohim, lo primero que se nos ocurre es representarlo de
forma antropomórfica.
Algo similar ocurre
con el Daoismo en el cual el Wu Chi se simboliza apenas con un círculo. ¿Cómo
representar lo absoluto? ¿Cuál es la imagen real de la totalidad?
¿Existe Dios?
Foto: Khadeeja Yasser / Unsplash |
Independientemente
de la “verdadera respuesta” este es un asunto de opiniones personales, de
creencias individuales.
En el anterior post
relacionado con el tema (¿Existe Dios? El
Secreto de la Divinidad) analizamos el tema desde la disputa ciencia vs
religión.
La gran limitación
que tiene el ser humano para vislumbrar o aproximarse a la comprensión de lo
que la divinidad es radica en el cerebro, tu cerebro, mi cerebro. El cerebro es
necesariamente un categorizador de la realidad y depende de los órganos de los
sentidos para crearla, para relacionarse con ella, para elaborar percepciones
acerca de la misma. Esta realidad es compleja, también es engañosa y podríamos
dividirla en dos aspectos: el interno, la realidad interior, psicológica, que es el individuo,
la persona, y lo que percibe como la realidad externa, física, natural, social.
El cerebro
categorizador crea la mente codificadora; todo el contenido del cerebro humano está
comprendido por las cosas nombradas, por aquellas cosas que tienen un nombre y consideramos
existentes porque las vemos, las oímos, las olemos, las sentimos, y las
gustamos. No hay ni un solo contenido mental de pensamiento/emoción que carezca
de nombre, por lo cual para cada individuo si no se nombra es porque no existe para sí.
El ser humano
utiliza la tecnología como una extensión de los órganos de los sentidos, gracias
a la misma hemos descubierto todo universo negado a los mismos, por ejemplo los
rayos ultravioleta, los rayos Gamma, los infrarrojos; los telescopios son una
extensión de los ojos que nos permiten descubrir galaxias, ver con nitidez las
montañas de la luna, sus valles, de similar manera el microscopio nos permite
ver lo muy pequeño. Sin embargo, a pesar de tal desarrollo tecnológico, continuamos
relacionándonos directamente con el universo físico tanto en lo infinito como
en lo infinitesimal, por lo cual el mundo espiritual no puede ser percibido por el
cerebro como parte de la realidad. El mundo espiritual no es mensurable, perceptible... hasta comer la fruta del Árbol de La Vida; ha de ser intuido, anhelado.
Esta es la razón
por la cual la consciencia ha sido y continúa siendo uno de los temas más
apasionantes en el estudio de lo que la realidad es, tanto por científicos,
filósofos y personas relacionadas con el mundo espiritual o religioso.
Esto
creo…
Foto: Joshua Mroczek |
Confío en Dios…
pero no tengo opinión acerca de su existencia. No me atrevo a pretender definirlo,
explicarlo, precisarlo. Siento como se manifiesta su Voluntad en mi existencia
y cada pensamiento cada acción, cada palabra en mí son actos de devoción ante lo
que percibo que es su misericordioso poder.
Algunas personas
tienden a no hablar de Dios porque creen que los tildarán de fanáticos, de
crédulos o como mínimo de no estar parados en la realidad. En lo personal afirmo
mi derecho asertivo a profesar lo que creo, con indiferencia total al paradigma
catastrófico de algunos otros.
La percepción de la
divinidad es una experiencia personal, íntima, espiritual. Desde mi punto de
vista tal confianza no se soporta en doctrinas religiosas ni metafísicas.
Prescindo de Hegel, de Descartes, de San Agustín, de Buddha y de cualquier otro
sabio, filósofo o pensador que haya demostrado que Dios existe o que Dios es un
epifenómeno de la mente. No puedo demostrar que Dios existe… ni tengo interés
en hacerlo. En tal tarea están ocupados Roger Penrose, Hameroff, Michiu Kaku y
otros brillantes científicos, filósofos y neurocientistas.
Simplemente siento
Su amor, Su Luz esplendorosa que me nombra, me crea, me forma y da la Vida.
El mundo material
está regido por fuerzas espirituales. El ser humano es un ente formado por una imponderable
complejidad cósmica que escapa a las redes neuronales formadas por la acción de
la vida cotidiana. Percibir que somos seres espirituales requiere que la
naturaleza esencial de la realidad, eso que denominamos la Divinidad, sea
aceptado por la persona como una opinión personal, una simple posibilidad, como
una maravillosa probabilidad o mejor aún como la certeza inescrutable del Ser.
Es un
acto íntimo y sobrecogedor descubrir que somos un extraordinario tejido de filamentos
vibrantes, eternos… que cada uno es un alma que habita simultáneamente en varios
estados de La Creación.
Dios existe… no es un hecho, es mi mejor opinión.
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