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19 julio 2018

Dios Existe… En Él confío mi existencia.


Dios Existe…

En Él confío mi existencia.

En Él confío mi existencia.
                                                                                                      Foto: Davide Cantelli / Unsplash


La historia de la humanidad es la historia del Conocimiento de Dios.
Antonio Belisario.


Un poco de historia.
En Egipto el Faraón Akenatón (Amenhotep IV, 1353-1336 a.e.c.) creó lo que se considera que fue la primera religión monoteísta, una religión solar, cuyo dios era Atón (nombre que significa disco en referencia al Sol).

Fundó una nueva capital que sustituyó a Tebas y la denominó Aketatón, “Horizonte de Atón”. Realizó cambios radicales en la sociedad egipcia, al convertir a Atón en la única deidad del Estado, en menoscabo del, hasta ese momento, dominante culto a Amón, considerado politeísta. Es el primer reformador religioso que se conoce, el primer líder espiritual monoteísta.​ Su reinado implicó cambios en el ámbito religioso y profundas reformas artísticas y políticas.

En la tradición hebrea a hallamos a Abraham, su primer Patriarca. HaShem se manifestó a él y le ordenó que abandonara su país, familia y le afirmó que lo haría una gran nación. Luego encontramos en la Torah la historia de Moisés, quien recibe las Tablas de la Ley conteniendo lo que conocemos como Los Diez Mandamientos. En estos HaShem le ordena a Moisés “No harás para ti estatuas ni imágenes semejantes a lo que hay arriba en los cielos...”

Lo interesante en estas palabras es que implican que no podemos (realmente no podemos) formarnos una imagen del Creador y no debemos pretender representarlo. ¿Cómo adorarlo si no tenemos una imagen, un símbolo, para hacerlo?

Todas las religiones utilizan ídolos “para saber” cómo es la divinidad. En el caso de Akenatón se valió del disco solar. Los caldeos, sumerios, babilonios utilizaron carneros, toros y figuras antropomórficas. El arte escultórico de griegos y romanos está repleto de representaciones de Zeus, Júpiter, Ares, Afrodita. El arte religioso hindú de imágenes de Brahma, Krishna, Kali. Aún hoy las personas tienen la necesidad de tener imágenes que representen a Dios para sentir que existe.

El poder de la antigua religión hebrea se soportó en la capacidad de abstracción en su interpretación de HaShem; de hecho su relación con Di-s no necesita de tales imágenes. Desde nuestro punto de vista el hecho que se plantearan no significar con imágenes al Creador es muestra del alto nivel de pensamiento metafísico, religioso, espiritual en una época que hoy en día consideramos primitiva. No fue sólo una religión monoteísta en un mundo politeísta sino la primera que por instrucciones muy precisas debía prescindir de ídolos.

Si somos hechos a imagen y semejanza de Elohim, lo primero que se nos ocurre es representarlo de forma antropomórfica.

Algo similar ocurre con el Daoismo en el cual el Wu Chi se simboliza apenas con un círculo. ¿Cómo representar lo absoluto? ¿Cuál es la imagen real de la totalidad?

¿Existe Dios?

En Él confío mi existencia.
Foto: Khadeeja Yasser / Unsplash
Independientemente de la “verdadera respuesta” este es un asunto de opiniones personales, de creencias individuales.

En el anterior post relacionado con el tema (¿Existe Dios? El Secreto de la Divinidad) analizamos el tema desde la disputa ciencia vs religión.

La gran limitación que tiene el ser humano para vislumbrar o aproximarse a la comprensión de lo que la divinidad es radica en el cerebro, tu cerebro, mi cerebro. El cerebro es necesariamente un categorizador de la realidad y depende de los órganos de los sentidos para crearla, para relacionarse con ella, para elaborar percepciones acerca de la misma. Esta realidad es compleja, también es engañosa y podríamos dividirla en dos aspectos: el interno, la realidad interior, psicológica, que es el individuo, la persona, y lo que percibe como la realidad externa, física, natural, social.

El cerebro categorizador crea la mente codificadora; todo el contenido del cerebro humano está comprendido por las cosas nombradas, por aquellas cosas que tienen un nombre y consideramos existentes porque las vemos, las oímos, las olemos, las sentimos, y las gustamos. No hay ni un solo contenido mental de pensamiento/emoción que carezca de nombre, por lo cual para cada individuo si no se nombra es porque no existe para sí.

El ser humano utiliza la tecnología como una extensión de los órganos de los sentidos, gracias a la misma hemos descubierto todo universo negado a los mismos, por ejemplo los rayos ultravioleta, los rayos Gamma, los infrarrojos; los telescopios son una extensión de los ojos que nos permiten descubrir galaxias, ver con nitidez las montañas de la luna, sus valles, de similar manera el microscopio nos permite ver lo muy pequeño. Sin embargo, a pesar de tal desarrollo tecnológico, continuamos relacionándonos directamente con el universo físico tanto en lo infinito como en lo infinitesimal, por lo cual el mundo espiritual no puede ser percibido por el cerebro como parte de la realidad. El mundo espiritual no es mensurable, perceptible... hasta comer la fruta del Árbol de La Vida; ha de ser intuido, anhelado.

Esta es la razón por la cual la consciencia ha sido y continúa siendo uno de los temas más apasionantes en el estudio de lo que la realidad es, tanto por científicos, filósofos y personas relacionadas con el mundo espiritual o religioso.

Esto creo…
En Él confío mi existencia.
Foto: Joshua Mroczek
Confío en Dios… pero no tengo opinión acerca de su existencia. No me atrevo a pretender definirlo, explicarlo, precisarlo. Siento como se manifiesta su Voluntad en mi existencia y cada pensamiento cada acción, cada palabra en mí son actos de devoción ante lo que percibo que es su misericordioso poder.

Algunas personas tienden a no hablar de Dios porque creen que los tildarán de fanáticos, de crédulos o como mínimo de no estar parados en la realidad. En lo personal afirmo mi derecho asertivo a profesar lo que creo, con indiferencia total al paradigma catastrófico de algunos otros.

La percepción de la divinidad es una experiencia personal, íntima, espiritual. Desde mi punto de vista tal confianza no se soporta en doctrinas religiosas ni metafísicas. Prescindo de Hegel, de Descartes, de San Agustín, de Buddha y de cualquier otro sabio, filósofo o pensador que haya demostrado que Dios existe o que Dios es un epifenómeno de la mente. No puedo demostrar que Dios existe… ni tengo interés en hacerlo. En tal tarea están ocupados Roger Penrose, Hameroff, Michiu Kaku y otros brillantes científicos, filósofos y neurocientistas.

Simplemente siento Su amor, Su Luz esplendorosa que me nombra, me crea, me forma y da la Vida.

El mundo material está regido por fuerzas espirituales. El ser humano es un ente formado por una imponderable complejidad cósmica que escapa a las redes neuronales formadas por la acción de la vida cotidiana. Percibir que somos seres espirituales requiere que la naturaleza esencial de la realidad, eso que denominamos la Divinidad, sea aceptado por la persona como una opinión personal, una simple posibilidad, como una maravillosa probabilidad o mejor aún como la certeza inescrutable del Ser. 

Es un acto íntimo y sobrecogedor descubrir que somos un extraordinario tejido de filamentos vibrantes, eternos… que cada uno es un alma que habita simultáneamente en varios estados de La Creación.

Dios existe… no es un hecho, es mi mejor opinión.

















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