¿Existe Dios?
El Secreto de la Divinidad
¿Ciencia contra Religión?
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La respuesta de cada
individuo depende del modo en que cada uno define lo que cree que es la
realidad, específicamente: su realidad.
Sin embargo la cuestión
acerca de la existencia de Dios se convirtió desde hace varios siglos en un
asunto intelectual, de darle validez a los propios argumentos y pretender
desacreditar a quienes piensan de modo contrario, diferente. En esta trampa de
osos han caído los pensadores de casi todas las disciplinas del pensamiento
humano.
Los brillantes razonamientos
son utilizados como formidables armas para vencer al enemigo en el campo del
razonamiento. Los argumentos abundan en hipótesis o teorías de toda índole,
todos definitivos, todos imbatibles.
En estas escaramuzas algunos
utilizan las neurociencias, el miedo, la metafísica, la filosofía materialista,
la libertad, llaman en su auxilio a Aristóteles, a Santo Tomás de Aquino, la
Biblia, el Big Bang… y cuanto elemento material o espiritual que convenga a
sus, en oportunidades, desatinados fines.
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En cuanto a las disciplinas
científicas no recuerdo una sola que tenga como objeto de estudio a Dios. (En
realidad con el desarrollo de las neurociencias en los últimos veinte años se
ha creado y prosperado la ciencia cognitiva de la religión (CCR) que estudia
los procesos cognitivos asociados a las creencias religiosas y se distraen de
lo lindo demostrando que las mismas son resultado o no de procesos mentales
naturales implícitos en la estructura del cerebro, en los genes, o en el modo
de comer hamburguesas. Pero los estudiosos de la CCR ya están divididos entre
racionalistas, agnósticos neutrales e irracionalistas.)
Como les decía ninguna
disciplina científica tiene como objeto de estudio a Dios y por lo tanto
ninguna tiene un método para su estudio. Sin embargo destacados científicos
niegan tajantemente en base a sus descubrimientos matemáticos aplicados, por
ejemplo, a la astrofísica, la existencia del mundo espiritual. El mejor ejemplo
es el de Stephen Hawking quien afirma que, gracias a la teoría del Big Bang, no
necesita a Dios en la Ecuación de la creación, en el otro bando encontramos a Albert
Einstein, quien al no aceptar algunas conclusiones de la mecánica cuántica
afirmó “Dios no juega a los dados”.
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Toda creencia es sinónimo de
paradigma, de modelo mental de la realidad. No tenemos creencias… somos
creencias. Todo lo que pensamos/sentimos tiene su raíz en lo que hemos vivido,
gozado, sufrido, anhelado, aprendido y memorizado. Somos nuestra memoria, la
memoria nos define como Pedro, María, Luis. Lo que consideramos que es la
realidad, nuestra percepción de la misma, es una compleja relación de redes
sinápticas creadas por nuestras vivencias, reforzadas por la atención, las
emociones y la necesidad de supervivencia personal tanto en el mundo natural
como en la realidad social.
En lo inmediato, somos
nuestro cerebro…
Foto: Lucas Vasques / Unsplash |
Lo espinoso del tema es que
el equilibrio o balance electroquímico del mismo va a determinar nuestra salud
mental. El cerebro es el categorizador de lo que cree que es la realidad. Las
percepciones que realiza en base a la información eléctrica y química que
recibe de los órganos de los sentidos son necesariamente limitadas. El proceso
de la educación en el hogar en los aspectos morales, religiosos, afectivos,
racionales, sociales, sumado a la información recibida en la escuela, determina
el “quién creo que soy”. El niño nacido en una familia cristiana será
necesariamente cristiano; ese mismo niño nacido en una familia hinduista o atea
es otro paradigma. Somos el resultado de las creencias que aprendimos en los
siete primeros años de existencia. La mente es un epifenómeno del cerebro, la
llamo la mente codificadora porque ese es su trabajo: codificar la ilusoria
realidad. A su vez el cerebro es un epifenómeno de la Consciencia.
La realidad es más compleja y
menos complicada de lo que percibimos. El estudio de la realidad tiene
perplejos a los estudiosos del cerebro y de la mente… cuánto más los tiene el elusivo
tema de la existencia de Dios.
Algunas muestras casi que tomadas al azar: Leonhard
Euler, calvinista, trabajaba en la corte de Catalina la Grande, en San
Petesburgo cuando supo que el filósofo francés Diderot se
le retó a resolver una ecuación algebraica con la cual pretendía demostrar la existencia de Dios.
A la vez que le decía “Señor
Diderot, por lo tanto Dios existe”. El francés, conocido agnóstico, era
excelente filósofo pero pésimo matemático, así que dejó las cosas hasta allí y
se marchó de la ciudad.
Otros famosos matemáticos y
filósofos que han pretendido afirmar o negar la existencia de Dios fueron:
Pascal con su argumento “infinito o nada”, “la apuesta”; El inglés Stephen
Unwin, un físico teórico, que se valió del teorema de Bayes para calcular la
probabilidad de la existencia de Dios. También Leibniz, San Anselmo (Dios no
necesita ser demostrado, su existencia es evidente por sí misma), Descartes,
Santo Tomás de Aquino, Dennett, Antony Flew, Hume, Hegel y varios otros
centenares de mentes brillantes se sumaron o están sumados a este festín de
paradigmas, de argumentos como el teleológico (propósito o diseño), el del
Diseño Fino, Dios como proyección humana, Dios como…
Pero más que una sana disputa
acerca de este tema, la discusión entre ciencia y religión, entre teístas y
ateos, se alejó de la divinidad. El dios de los filósofos es un dios de ideas, el
de los matemáticos es un dios de números. La ciencia, como una hija resentida
por tantos siglos de opresión, zahiere y escalda la doctrina religiosa
cristiana, la rebate con estulticia afanándose por demostrar que la Razón
metodológica cartesiana ha dicho la última palabra. Más como no hay una ciencia
que estudie a Dios toda opinión del científico es sólo eso… una opinión personal,
no un hecho demostrado.
Lo que los filósofos
positivistas, materialistas, ateos, no comprenden es que sus argumentos están
constreñidos por una sola causa…
¿Cuál?
Hablemos un poco de Daoismo.
El Dao De Ying, escrito por Lao Tsé afirma:
El Dao que puede ser
expresado no es el verdadero Dao.
El nombre que le damos no es
su nombre.
Sin nombre es el principio
del universo.
Con nombre es la madre de
todas las cosas.
En el no-ser comprendemos su
existencia.
Desde el ser solo percibimos
su apariencia.
Su identidad es el misterio.
En este misterio se haya la
puerta de toda maravilla.
No hay alguna cosa que decir
acerca de Dao, de su existencia; tampoco hay cómo abundar en detalles acerca de
lo absoluto. Nuestra limitación para resolver el enigma Dios radica en que el
cerebro categoriza básicamente aquello que recibe de los sentidos, crea
percepciones y vive desde ellas. La mente humana explica el universo, crea las
matemáticas, el sentido de lo bello, la filosofía, el arte, la mente es el
paradigma de lo aprendido.
Esto creo…
Foto: Timothy Eberly / Unsplash |
Mientras dictaba una
conferencia uno de los asistentes me preguntó si yo creía en Dios, mi respuesta
fue un claro no; me inquirió entonces si yo era agnóstico o ateo y mi respuesta
fue la misma. Ante su desconcierto le aclaré que no creo en Dios… pero que
confío plenamente en Él.
Creencia es sinónimo de
paradigma, todo aquello que hemos aprendido desde la niñez; es un modelo mental
de la realidad que se soporta en muchos factores: sociedad, la religión de la
familia en la cual me eduqué, la época, e innumerables otros de dichos
factores.
Aceptar o no la existencia de
Dios es de la misma manera un paradigma, un aprendizaje. Mi verdad que asumo
como real y por lo tanto no dudo de la misma. ¿Creó Dios el universo? ¿Es Dios
hombre o mujer? ¿Es eterno? ¿Permite la maldad con fría indiferencia?
En lo personal estas y otras
preguntas al respecto no tienen sentido; cualquier afirmación o negación son,
como en el caso del científico Stephen Hawking sólo simples y personales
opiniones. Por mi parte… Sólo Confío en Él. Para esto no necesito ni deseo la
aprobación de los científicos.
La creencia en Dios es, a mi
parecer, un asunto personal, una decisión individual que ha de ser respetada porque
es un derecho humano y asertivo. En nuestra sociedad Dios pasó de moda para
muchas personas; algunas llegan a sentirse cohibidas o hasta ridículas plantear
el tema a otros. Nietzsche afirmó que Dios ha muerto, pero quien murió fue él.
No creo en Dios… pero confío
absolutamente en Él.
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