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02 julio 2018

¿Existe Dios? El Secreto de la Divinidad.


¿Existe Dios?

El Secreto de la Divinidad

¿Ciencia contra Religión? 

El Secreto de la Divinidad
Foto: Samuel Zeller / Unsplash

La respuesta de cada individuo depende del modo en que cada uno define lo que cree que es la realidad, específicamente: su realidad.
Sin embargo la cuestión acerca de la existencia de Dios se convirtió desde hace varios siglos en un asunto intelectual, de darle validez a los propios argumentos y pretender desacreditar a quienes piensan de modo contrario, diferente. En esta trampa de osos han caído los pensadores de casi todas las disciplinas del pensamiento humano.

Los brillantes razonamientos son utilizados como formidables armas para vencer al enemigo en el campo del razonamiento. Los argumentos abundan en hipótesis o teorías de toda índole, todos definitivos, todos imbatibles.

En estas escaramuzas algunos utilizan las neurociencias, el miedo, la metafísica, la filosofía materialista, la libertad, llaman en su auxilio a Aristóteles, a Santo Tomás de Aquino, la Biblia, el Big Bang… y cuanto elemento material o espiritual que convenga a sus, en oportunidades, desatinados fines.

 El Secreto de la Divinidad
Foto: Roman Mager / Unsplash
En cuanto a las disciplinas científicas no recuerdo una sola que tenga como objeto de estudio a Dios. (En realidad con el desarrollo de las neurociencias en los últimos veinte años se ha creado y prosperado la ciencia cognitiva de la religión (CCR) que estudia los procesos cognitivos asociados a las creencias religiosas y se distraen de lo lindo demostrando que las mismas son resultado o no de procesos mentales naturales implícitos en la estructura del cerebro, en los genes, o en el modo de comer hamburguesas. Pero los estudiosos de la CCR ya están divididos entre racionalistas, agnósticos neutrales e irracionalistas.)

Como les decía ninguna disciplina científica tiene como objeto de estudio a Dios y por lo tanto ninguna tiene un método para su estudio. Sin embargo destacados científicos niegan tajantemente en base a sus descubrimientos matemáticos aplicados, por ejemplo, a la astrofísica, la existencia del mundo espiritual. El mejor ejemplo es el de Stephen Hawking quien afirma que, gracias a la teoría del Big Bang, no necesita a Dios en la Ecuación de la creación, en el otro bando encontramos a Albert Einstein, quien al no aceptar algunas conclusiones de la mecánica cuántica afirmó “Dios no juega a los dados”.

El Secreto de la Divinidad
Foto: Fancycrave / Unsplash
Toda creencia es sinónimo de paradigma, de modelo mental de la realidad. No tenemos creencias… somos creencias. Todo lo que pensamos/sentimos tiene su raíz en lo que hemos vivido, gozado, sufrido, anhelado, aprendido y memorizado. Somos nuestra memoria, la memoria nos define como Pedro, María, Luis. Lo que consideramos que es la realidad, nuestra percepción de la misma, es una compleja relación de redes sinápticas creadas por nuestras vivencias, reforzadas por la atención, las emociones y la necesidad de supervivencia personal tanto en el mundo natural como en la realidad social.

En lo inmediato, somos nuestro cerebro…

El Secreto de la Divinidad
Foto: Lucas Vasques / Unsplash
Lo espinoso del tema es que el equilibrio o balance electroquímico del mismo va a determinar nuestra salud mental. El cerebro es el categorizador de lo que cree que es la realidad. Las percepciones que realiza en base a la información eléctrica y química que recibe de los órganos de los sentidos son necesariamente limitadas. El proceso de la educación en el hogar en los aspectos morales, religiosos, afectivos, racionales, sociales, sumado a la información recibida en la escuela, determina el “quién creo que soy”. El niño nacido en una familia cristiana será necesariamente cristiano; ese mismo niño nacido en una familia hinduista o atea es otro paradigma. Somos el resultado de las creencias que aprendimos en los siete primeros años de existencia. La mente es un epifenómeno del cerebro, la llamo la mente codificadora porque ese es su trabajo: codificar la ilusoria realidad. A su vez el cerebro es un epifenómeno de la Consciencia.

La realidad es más compleja y menos complicada de lo que percibimos. El estudio de la realidad tiene perplejos a los estudiosos del cerebro y de la mente… cuánto más los tiene el elusivo tema de la existencia de Dios.

Algunas muestras casi que tomadas al azar: Leonhard Euler, calvinista, trabajaba en la corte de Catalina la Grande, en San Petesburgo cuando supo que el filósofo francés Diderot se
encontraba en dicha ciudad. Lo invitó a la corte de la Emperatriz y
le retó a resolver una ecuación algebraica con la cual pretendía demostrar la existencia de Dios. 
                                                                                 
A la vez que le decía “Señor Diderot, por lo tanto Dios existe”. El francés, conocido agnóstico, era excelente filósofo pero pésimo matemático, así que dejó las cosas hasta allí y se marchó de la ciudad.

Otros famosos matemáticos y filósofos que han pretendido afirmar o negar la existencia de Dios fueron: Pascal con su argumento “infinito o nada”, “la apuesta”; El inglés Stephen Unwin, un físico teórico, que se valió del teorema de Bayes para calcular la probabilidad de la existencia de Dios. También Leibniz, San Anselmo (Dios no necesita ser demostrado, su existencia es evidente por sí misma), Descartes, Santo Tomás de Aquino, Dennett, Antony Flew, Hume, Hegel y varios otros centenares de mentes brillantes se sumaron o están sumados a este festín de paradigmas, de argumentos como el teleológico (propósito o diseño), el del Diseño Fino, Dios como proyección humana, Dios como…

Pero más que una sana disputa acerca de este tema, la discusión entre ciencia y religión, entre teístas y ateos, se alejó de la divinidad. El dios de los filósofos es un dios de ideas, el de los matemáticos es un dios de números. La ciencia, como una hija resentida por tantos siglos de opresión, zahiere y escalda la doctrina religiosa cristiana, la rebate con estulticia afanándose por demostrar que la Razón metodológica cartesiana ha dicho la última palabra. Más como no hay una ciencia que estudie a Dios toda opinión del científico es sólo eso… una opinión personal, no un hecho demostrado.

Lo que los filósofos positivistas, materialistas, ateos, no comprenden es que sus argumentos están constreñidos por una sola causa…

¿Cuál?

Hablemos un poco de Daoismo.

El Dao De Ying, escrito por Lao Tsé afirma:
El Dao que puede ser expresado no es el verdadero Dao.
El nombre que le damos no es su nombre.
Sin nombre es el principio del universo.
Con nombre es la madre de todas las cosas.
En el no-ser comprendemos su existencia.
Desde el ser solo percibimos su apariencia.
Su identidad es el misterio.
En este misterio se haya la puerta de toda maravilla.

No hay alguna cosa que decir acerca de Dao, de su existencia; tampoco hay cómo abundar en detalles acerca de lo absoluto. Nuestra limitación para resolver el enigma Dios radica en que el cerebro categoriza básicamente aquello que recibe de los sentidos, crea percepciones y vive desde ellas. La mente humana explica el universo, crea las matemáticas, el sentido de lo bello, la filosofía, el arte, la mente es el paradigma de lo aprendido.

Esto creo…

El Secreto de la Divinidad
Foto: Timothy Eberly / Unsplash
Mientras dictaba una conferencia uno de los asistentes me preguntó si yo creía en Dios, mi respuesta fue un claro no; me inquirió entonces si yo era agnóstico o ateo y mi respuesta fue la misma. Ante su desconcierto le aclaré que no creo en Dios… pero que confío plenamente en Él.

Creencia es sinónimo de paradigma, todo aquello que hemos aprendido desde la niñez; es un modelo mental de la realidad que se soporta en muchos factores: sociedad, la religión de la familia en la cual me eduqué, la época, e innumerables otros de dichos factores.

Aceptar o no la existencia de Dios es de la misma manera un paradigma, un aprendizaje. Mi verdad que asumo como real y por lo tanto no dudo de la misma. ¿Creó Dios el universo? ¿Es Dios hombre o mujer? ¿Es eterno? ¿Permite la maldad con fría indiferencia?

En lo personal estas y otras preguntas al respecto no tienen sentido; cualquier afirmación o negación son, como en el caso del científico Stephen Hawking sólo simples y personales opiniones. Por mi parte… Sólo Confío en Él. Para esto no necesito ni deseo la aprobación de los científicos.

La creencia en Dios es, a mi parecer, un asunto personal, una decisión individual que ha de ser respetada porque es un derecho humano y asertivo. En nuestra sociedad Dios pasó de moda para muchas personas; algunas llegan a sentirse cohibidas o hasta ridículas plantear el tema a otros. Nietzsche afirmó que Dios ha muerto, pero quien murió fue él.

No creo en Dios… pero confío absolutamente en Él.

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