Alimentación y Cerebro
Nutrición Cerebral.
Foto: Lily Banse / Unsplash |
"Que la comida sea tu alimento y el alimento tu medicina"
Hipócrates.
En este post analizamos la
importancia que tiene la alimentación para la buena o mala salud del cerebro.
¿Cómo los hábitos alimenticios afectan cómo nos sentimos? ¿Depende nuestra
memoria de lo que servimos en nuestro plato? ¿Sentimos satisfacción o culpa al
complacernos con algo que nos apetece?
Algunas personas no son
conscientes de la importancia de la nutrición para el cerebro. Es probable que desconozcan
los fundamentos bioquímicos de la nutrición cerebral y la importancia de la
misma en la salud mental (en realidad no podemos saberlo todo). Tal vez no
investigan el tema porque sus intereses están orientados a las aparentes
urgencias de la vida cotidiana. Sin embargo, el cuidado al decidir cuáles
alimentos hemos de consumir es fundamental para vivir a plenitud. La apropiada
nutrición es prioritaria para la funcionalidad orgánica de los órganos,
músculos, huesos… y el cerebro.
Una pésima nutrición puede
producir ansiedad, depresión, osteoporosis, síndrome metabólico, diabetes,
problemas coronarios,
problemas de circulación sanguínea; la mala nutrición
afecta al hígado, los riñones, puede generar la aparición del alzheimer, parkinson y senilidad. Prevenir estas enfermedades y
sanar alguna ya manifestadas va a depender en gran medida del tipo de alimentos
que consumimos, podemos prevenir el agotamiento nervioso, el agotamiento físico,
podemos producir un estado de sueño saludable y llegar a un estado de vejez, con lucidez e independencia funcional.
Foto: Dan Golg / Unsplash |
Cada persona es responsable
de su salud mental y física. Debe ser consciente de la calidad de los alimentos
que consume para prevenir enfermedades mentales o físicas. La presión social,
la publicidad, el limitado tiempo que nos deja el diario acontecer, la falta de
información con relación al tema, aumentan los riesgos de no mantener una dieta
saludable. La comida rápida, los alimentos industrializados con más énfasis en
la ganancia que en el bienestar del consumidor, las bebidas gaseosas azucaradas…
alarmantemente aumentan día a día la cantidad de personas con obesidad,
enfermedades del corazón, con diabetes, colon tóxico. Durante los últimos
sesenta años tales enfermedades se han convertido en una pandemia que consume
el presupuesto de salud de los estados, destruye el bienestar de las familias y
genera un mayor porcentaje de ancianos con enfermedades asociadas a la demencia,
a la decrepitud.
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Alimentarnos no es
necesariamente nutrirnos y en el caso del cerebro esta es una muy certera afirmación . La salud del cerebro depende de los nutrientes que aporta nuestro
estilo de alimentación.
Alimentarse debe ser una
decisión consciente, voluntaria, para satisfacer una necesidad fisiológica: el
hambre. Depende de lo que hemos aprendido, de nuestros hábitos establecidos
como dieta. Estos hábitos pueden ser modificados en función de las necesidades
del individuo.
La nutrición es un complejo
proceso involuntario, inconsciente, que
consta de la ingestión de los alimentos, su digestión y posterior absorción de
los nutrientes, la circulación o transporte, los procesos metabólicos y
posterior almacenamiento y, por último, la excreción de los desechos. La misma
aprovecha los nutrientes de los alimentos para mantener la funcionalidad y
salud del organismo ya sea en su función energética, reguladora o estructural.
Los nutrientes se clasifican
en esenciales o no esenciales. Los nutrientes esenciales no son producidos por
el organismo y han de ser obtenidos de los alimentos.
Se clasifican, de acuerdo a
su funcionalidad, en:
Vitaminas: (Reguladoras).
Ejemplo el sistema inmunitario.
Proteínas: (Función
estructural): Cabello, colágeno, uñas, entre otros. (Función reguladora): neurotransmisores,
enzimas, hormonas.
Hidratos de carbono: (Función energética): Glucosa.
Minerales: (Función
reguladora): el balance ácido-base. (Función estructural): el esqueleto.
Lípidos
(grasas): (Función energética y reguladora): transporte de las vitaminas A, D,
E y K y la regulación térmica.
Fibra: (Función
reguladora): laxante, limpiadora, saciedad.
Agua: (Función reguladora):
transporte, temperatura corporal, digestión. (Función estructural):
aproximadamente el 60% del peso corporal. y
La dieta es la decisión que
se toma acerca de cuáles alimentos comer y el tamaño de las raciones de los
mismos que consumimos a diario. Lo ideal es que la dieta aporte el
requerimiento mínimo de los nutrientes para una saludable funcionalidad
fisiológica.
Volvamos al cerebro
Neuron Spark by Neutrix |
La salud del cerebro depende
de una alimentación sana que permita la asimilación de los nutrientes
necesarios para el buen funcionamiento del mismo. La práctica de actividad
física diaria, disciplinada, es otro componente fundamental de la salud
neuronal. El tercer aspecto de dicha salud es la actitud, la conducta, lo que
pensamos y sentimos con relación a las diferentes circunstancias que nos
afectan en la cotidianidad. A todo esto debemos añadir la práctica diaria de sencillas
técnicas de respiración y relajación.
La calidad del cerebro, su
salud y la prevención de enfermedades que lo afectan ocupa el tiempo y el
interés de muchos profesionales en distintas disciplinas. La depresión, el
Parkinson, el Alzheimer, la ansiedad, el insomnio, los desórdenes emocionales, tienen
relación con el modo en que la persona se alimenta.
Foto: Rawpixel / Unsplash |
Uno de los objetivos de este
post es que nuestros apreciados lectores comprendan la necesidad de crear
hábitos saludables en relación a su dieta diaria. Hábitos que permitan nutrir
esa maravillosa estructura de cien mil millones de neuronas con la cual nos
relacionamos con el mundo.
Lo básico: Neurotransmisores.
Un neurotransmisor es un mensajero
químico, una biomolécula que permite la transmisión de información desde una
neurona hacia otra (mediante la sinapsis que las separa); o hacia una célula
muscular o una glándula. Algunos de estos y algunas neurohormonas son: la
acetilcolina, su deficiencia produce dispersión, el cortisol y la adrenalina,
relacionadas con el estrés, la serotonina cuya ausencia se asocia con la
depresión, la melatonina, su ausencia genera insomnio, las endorfinas,
relacionadas el estar enamorados, con la alegría, las actividades creativas.
Psico-Neuro-Inmuno-Endocrinología.
Esta disciplina establece la relación
de los neurotransmisores con la psiquis humana, con las hormonas y el sistema
inmune. Las conductas emocionales están reguladas por estas sustancias
originadas en el cerebro. La nutrición cerebral apropiada en calidad y cantidad
protege la integridad estructural-funcional de las neuronas y lo más
importante: las relaciones sinápticas entre las mismas (por ejemplo, se ha
establecido que la memoria radica en tales relaciones o conexiones sinápticas).
La importancia de mantener
sano el cerebro reside en que es el medio por el cual, la mente que soy, se
expresa. Es la herramienta de la consciencia para conocerse, indagar en sí
misma, es el instrumento para conocer y relacionarse con lo que considera que
es la realidad.
El cuerpo es una extensión
del cerebro, el vehículo que le permite desplazarse y manipular el mundo
físico. Los órganos de los sentidos le comunican las sensaciones de forma,
color, temperatura, sonidos, sabores… pero sobre todo, los mensajes del otro,
la imagen propia y la de sus seres amados, vecinos, la de toda aquella persona
a la cual que ve y escucha. El cerebro crea percepciones, interpretaciones de
esa realidad que parece estar afuera y también de la que, incomprensiblemente,
está adentro.
Si el cerebro no está sano… ¿Qué
sucede con tal percepción?
Algunos ejemplos de cómo la inadecuada nutrición
cerebral afecta a un individuo:
El modo en que nos
alimentamos influye en la química cerebral y por ende en la conducta y el
estado emocional de las personas. La alimentación funcional permite mejorar la
memoria, prevenir la senilidad, la demencia y los trastornos emocionales como
la depresión. Esto se debe a que determinados alimentos contienen los
nutrimentos para los diversos tejidos cerebrales: neurológicos y
neurotransmisores.
¿Consumimos tales alimentos?
Un trastorno en el
metabolismo de la glucosa impide mantener la integridad funcional y estructural
de las neuronas, agravando por el desequilibrio biodinámico (ejemplo: hipometabolismo
de la glucosa) en el sistema nervioso central, probables trastornos que son
esencialmente enfermedades mentales.
Ante la disminución de los
ácidos grasos esenciales se altera la composición lipídica de las membranas neuronales,
afectando sus funciones naturales. La nutrición cerebral apropiada, incluida en
la dieta, ha de cubrir las necesidades estructurales y energéticas del cerebro
para poder restablecer el balance, seriamente dañado, en las enfermedades
mentales. El correcto aporte de nutrientes es un mecanismo eficaz en el
tratamiento de pacientes con esquizofrenia (se considera el uso del aceite de
pescado, rico en ácidos grasos esenciales omega-3). El DHA (ácido
docosahexahenoico) es un constituyente importante en la comunicación sináptica.
Holden denominó diabetes
cerebral al hipometabolismo de la glucosa (en la enfermedad depresiva unipolar).
La importancia del aminoácido triptófano, implicado en la producción de la
serotonina (un neurotransmisor) en la patogenia de la depresión, es un gran
soporte en la psiquiatría. Igualmente en el hipometabolismo de la glucosa, la
deficiencia de neurotransmisores, por ejemplo la acetilcolina, y de ácidos
grasos esenciales, se asocia con el deterioro cognitivo, el envejecimiento del
cerebro y la demencia.
La manipulación nutricional,
insistimos, puede ser muy valiosa en el tratamiento de los pacientes con
depresión, Alzheimer y demencia. Se ha comprobado la relación entre los
factores dietéticos y la enfermedad mental.
Los hidratos de carbono, al
descomponerse, producen la glucosa. Una molécula energizante de vital
importancia para el cerebro. Los alimentos ricos en hidratos de carbono son el
pan, el arroz (preferiblemente integrales), los cereales sin gluten; las
patatas, legumbres.
El triptófano. La serotonina
está relacionada con un positivo estado de ánimo, con el buen humor. Este neurotransmisor
también actúa como un reloj interno de nuestro cuerpo, relacionado con los
ciclos de sueño y vigilia. El triptófano es un aminoácido esencial que es
aportado necesariamente a través de la alimentación. Los alimentos ricos en
triptófano son: pescados, los frutos secos, huevos, lácteos, carnes, legumbres como
la soja, algunas frutas tales como el plátano, el aguacate.
Ácidos grasos esenciales son
importantes para el desarrollo y funcionamiento del sistema nervioso y del
cerebro. Un aporte adecuado de éstos se consigue consumiendo aceite de
semillas, frutos secos, germen de cereales, aguacate, margarina 100% vegetal,
cereales integrales, soja y aceite de hígado de bacalao, o mediante
complementos dietéticos como el aceite de onagra y el germen de trigo.
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