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20 mayo 2018

Consciencia y Cerebro. ¿Existe el universo que percibimos?


Consciencia y Cerebro.

¿Ciencia versus religión?

¿Existe el universo que percibimos?

¿Existe el universo que percibimos?
Foto: Anton Darius - Unsplash

De chismes y supersticiones.
La vieja querella entre la ciencia y la religión por definir y establecer o negar la existencia de Dios es, a mi parecer, una disputa estéril; ambas están tan alejadas de la última respuesta como una hamburguesa sin carne. Primero porque no existe una disciplina científica que tenga como objeto de estudio lo espiritual. Cuando un científico niega o afirma que Dios existe sólo expresa su opinión personal, intentando neciamente respaldar tal consideración en supuestas investigaciones realizadas en su área. Lo mismo ocurre, con el respeto debido, con los dirigentes religiosos.

 Los científicos argumentan contra los postulados religiosos, se lamentan de las actitudes inmorales de los dirigentes religiosos, interpretan literalmente los textos… ¿qué tiene esto que ver con Dios?

En el transcurso de una conferencia uno de los asistentes me inquirió si yo creía en Dios, a lo cual respondí que no; me preguntó si yo era agnóstico o ateo y mi respuesta fue la misma. Ante su desconcierto le aclaré que no creo en Dios… pero que confío plenamente en Él. Toda creencia es sinónimo de paradigma y un paradigma es todo aquello que hemos aprendido desde la niñez; es un modelo mental de la realidad que depende de muchos factores: sociedad, época, religión de la familia en la cual me eduqué  e innumerables otros de dichos factores.

Creer o no en Dios es también un paradigma, un aprendizaje. Una verdad que se asume como real y por lo tanto no se duda de ella. ¿Creó Dios el universo? ¿Es Dios hombre o mujer? ¿Es eterno? ¿Permite la maldad con fría indiferencia?

En lo personal estas y otras preguntas al respecto no tienen sentido; cualquier afirmación o negación son, como en el caso del científico Stephen Hawking sólo simples y personales opiniones. Por mi parte… Sólo Confío en Él. Para esto no necesito ni deseo la aprobación de los científicos.


Esto creo…

¿Ciencia versus religión?
Foto: Christopher Campbell - Unsplash
Al Principio fue la Consciencia y de esta devino el Universo. El concepto de universo proviene del latín Universus (Unus “Uno” y Versus “Girado” “en dirección de”, por extensión: que lo ocupa todo).  Este es, paradójicamente, absoluto. No existe en él espacio-tiempo, galaxias, soles, planetas, montañas, animales, moléculas, átomos ni partículas.

La Consciencia necesita un espejo, un otro, para manifestarse… para ser consciente. La Consciencia crea un vehículo para lograrlo: el cerebro. La evolución biológica hace el resto y en el mundo conocido el cerebro humano se convierte en la organización de energía más eficaz para el desarrollo de la inteligencia, el amor, la comprensión y el conocimiento.

El cerebro humano es, por necesidad, categorizador. “categoriza la realidad”, la crea, la modifica y la destruye. Relativiza al universo absoluto al concebir el tiempo, el espacio, la naturaleza. El cerebro categorizador, la mente categorizadora, crea el color, los sonidos, el espacio-tiempo, las galaxias, los multiversos.

Sin embargo, las herramientas que este utiliza para percibir el mundo, los órganos de los sentidos, son limitados. Son terrible y frustrantemente restringidos. La información que recibe por medio de los mismos es la mínima necesaria para la supervivencia; adicionalmente el cerebro en su afán categorizador inventa los colores, los sonidos, las formas, las leyes de la naturaleza.

La necesidad humana de explicarse la realidad (paradójicamente creada por la mente categorizadora) la lleva a crear las religiones, la filosofía, las ciencias, la tecnología, para modelar un universo hasta ahora inescrutable, elusivo, ilusorio.

Zapatero… a tus zapatos.
Descartes separó con un limpio corte de Katana lo espiritual de lo material al establecer el dualismo cuerpo alma. Durante los últimos siglos el paradigma cartesiano fue Ley Divina para generaciones de científicos que, contra los postulados del paradigma científico, asintieron sumisos y supersticiosos la tontería cartesiana.

Borges dice que los libros son una extensión de la memoria. De igual manera la tecnología es una extensión de los sentidos. Permite “ver” los rayos ultravioleta, los rayos gamma, las moléculas, virus, galaxias lejanas. La mente categorizadora “observa el universo” e, inevitablemente, lo modifica.

Hace varios milenios el modelo integrado religión/ciencia implantaba el desarrollo armónico de la astrología y la astronomía beneficiando a la sociedad en lo espiritual y en lo material, por ejemplo, en la agricultura gracias al conocimiento de los ciclos lunares. La alquimia y la química se desarrollaron como el estudio de la naturaleza, de la espiritualidad; el simbolismo inherente afirmó y amplió una visión holista del mundo. La arquitectura, las matemáticas, la geometría, explicaban esta realidad de modo sistémico, complejo, orgánico, permitiendo que las personas comprendieran el mundo como un todo que satisfacía los diversos aspectos de la existencia. El Teorema de Pitágoras y los Sólidos Platónicos son dos ejemplos al respecto.

La creación de una nueva disciplina científica, la neurociencia, unida a la siempre sorprendente mecánica cuántica, está logrando paulatinamente conducirnos a esta visión integradora de las antiguas civilizaciones. El estudio, por las neurociencias, del cerebro está creando, modificando, cambiando y eliminando algunas teorías científicas sostenidas con fiereza acerca del mismo. Este ha dejado de ser una caja negra, inmutable, una determinista prisión de la consciencia para irse convirtiendo en un maravilloso enigma a resolver.

El modelo científico positivista considera que la consciencia es un producto de la actividad cerebral. Este modelo afirma que todo lo que somos como persona, como ser humano, es algo así como una inevitable, circunstancial y casi azarosa realidad neuronal. Adiós Alma mía. Adiós eternidad, inmortalidad, metafísica y sentido superior de la vida.

El paradigma que están creando la neurociencia y la mecánica cuántica altera esta disfuncional visión del ser. La consciencia está comenzando a ser concebida, de acuerdo a algunos estudios, como un todo más complejo y en algunos casos le asigna cierta independencia y trascendencia con relación al cerebro.

En nuestra visión la consciencia es una complejidad que abarca el mundo espiritual, el cerebro, el mundo mental de lo psicológico, las células, los órganos, los diversos sistemas: nervioso, inmune, endocrino, inmune.

La Creación toda es una manifestación de la Consciencia. Somos seres maravillosos, cósmicos, materiales, espirituales… inmortales.

Por razones de espacio continuaremos desarrollando estos puntos en el próximo post, el cual tratará acerca de la neuroplasticidad (plasticidad cerebral), la observación, el pensamiento/emoción y la creación e interpretación de la realidad como elecciones personales en función de tener una existencia plena de bienestar.



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