Consciencia y Cerebro.
¿Ciencia versus religión?
¿Existe el universo que percibimos?
Foto: Anton Darius - Unsplash
De chismes y supersticiones.
La
vieja querella entre la ciencia y la religión por definir y establecer o negar
la existencia de Dios es, a mi parecer, una disputa estéril; ambas están tan
alejadas de la última respuesta como una hamburguesa sin carne. Primero porque
no existe una disciplina científica que tenga como objeto de estudio lo
espiritual. Cuando un científico niega o afirma que Dios existe sólo expresa su
opinión personal, intentando neciamente respaldar tal consideración en
supuestas investigaciones realizadas en su área. Lo mismo ocurre, con el
respeto debido, con los dirigentes religiosos.
En
el transcurso de una conferencia uno de los asistentes me inquirió si yo creía
en Dios, a lo cual respondí que no; me preguntó si yo era agnóstico o ateo y mi
respuesta fue la misma. Ante su desconcierto le aclaré que no creo en Dios…
pero que confío plenamente en Él. Toda creencia es sinónimo de paradigma y un
paradigma es todo aquello que hemos aprendido desde la niñez; es un modelo
mental de la realidad que depende de muchos factores: sociedad, época, religión
de la familia en la cual me eduqué e
innumerables otros de dichos factores.
Creer
o no en Dios es también un paradigma, un aprendizaje. Una verdad que se asume
como real y por lo tanto no se duda de ella. ¿Creó Dios el universo? ¿Es Dios hombre
o mujer? ¿Es eterno? ¿Permite la maldad con fría indiferencia?
En
lo personal estas y otras preguntas al respecto no tienen sentido; cualquier
afirmación o negación son, como en el caso del científico Stephen Hawking sólo simples
y personales opiniones. Por mi parte… Sólo Confío en Él. Para esto no necesito
ni deseo la aprobación de los científicos.
Esto
creo…
Foto: Christopher Campbell - Unsplash |
Al
Principio fue la Consciencia y de esta devino el Universo. El concepto de universo
proviene del latín Universus (Unus
“Uno” y Versus “Girado” “en dirección de”, por extensión: que
lo ocupa todo). Este es, paradójicamente,
absoluto. No existe en él espacio-tiempo, galaxias, soles, planetas, montañas,
animales, moléculas, átomos ni partículas.
La
Consciencia necesita un espejo, un otro, para manifestarse… para ser
consciente. La Consciencia crea un vehículo para lograrlo: el cerebro. La evolución
biológica hace el resto y en el mundo conocido el cerebro humano se convierte
en la organización de energía más eficaz para el desarrollo de la inteligencia,
el amor, la comprensión y el conocimiento.
El
cerebro humano es, por necesidad, categorizador. “categoriza la realidad”, la
crea, la modifica y la destruye. Relativiza al universo absoluto al concebir el
tiempo, el espacio, la naturaleza. El cerebro categorizador, la mente
categorizadora, crea el color, los sonidos, el espacio-tiempo, las galaxias,
los multiversos.
Sin
embargo, las herramientas que este utiliza para percibir el mundo, los órganos
de los sentidos, son limitados. Son terrible y frustrantemente restringidos. La
información que recibe por medio de los mismos es la mínima necesaria para la supervivencia;
adicionalmente el cerebro en su afán categorizador inventa los colores, los
sonidos, las formas, las leyes de la naturaleza.
La
necesidad humana de explicarse la realidad (paradójicamente creada por la mente
categorizadora) la lleva a crear las religiones, la filosofía, las ciencias, la
tecnología, para modelar un universo hasta ahora inescrutable, elusivo,
ilusorio.
Zapatero…
a tus zapatos.
Descartes
separó con un limpio corte de Katana lo espiritual de lo material al establecer
el dualismo cuerpo alma. Durante los últimos siglos el paradigma cartesiano fue
Ley Divina para generaciones de científicos que, contra los postulados del
paradigma científico, asintieron sumisos y supersticiosos la tontería
cartesiana.
Borges
dice que los libros son una extensión de la memoria. De igual manera la
tecnología es una extensión de los sentidos. Permite “ver” los rayos
ultravioleta, los rayos gamma, las moléculas, virus, galaxias lejanas. La mente
categorizadora “observa el universo” e, inevitablemente, lo modifica.
Hace
varios milenios el modelo integrado religión/ciencia implantaba el desarrollo
armónico de la astrología y la astronomía beneficiando a la sociedad en lo
espiritual y en lo material, por ejemplo, en la agricultura gracias al
conocimiento de los ciclos lunares. La alquimia y la química se desarrollaron
como el estudio de la naturaleza, de la espiritualidad; el simbolismo inherente
afirmó y amplió una visión holista del mundo. La arquitectura, las matemáticas,
la geometría, explicaban esta realidad de modo sistémico, complejo, orgánico, permitiendo
que las personas comprendieran el mundo como un todo que satisfacía los
diversos aspectos de la existencia. El Teorema de Pitágoras y los Sólidos
Platónicos son dos ejemplos al respecto.
La
creación de una nueva disciplina científica, la neurociencia, unida a la
siempre sorprendente mecánica cuántica, está logrando paulatinamente conducirnos
a esta visión integradora de las antiguas civilizaciones. El estudio, por las
neurociencias, del cerebro está creando, modificando, cambiando y eliminando
algunas teorías científicas sostenidas con fiereza acerca del mismo. Este ha dejado
de ser una caja negra, inmutable, una determinista prisión de la consciencia
para irse convirtiendo en un maravilloso enigma a resolver.
El
modelo científico positivista considera que la consciencia es un producto de la
actividad cerebral. Este modelo afirma que todo lo que somos como persona, como
ser humano, es algo así como una inevitable, circunstancial y casi azarosa realidad
neuronal. Adiós Alma mía. Adiós eternidad, inmortalidad, metafísica y sentido
superior de la vida.
El
paradigma que están creando la neurociencia y la mecánica cuántica altera esta
disfuncional visión del ser. La consciencia está comenzando a ser concebida, de
acuerdo a algunos estudios, como un todo más complejo y en algunos casos le
asigna cierta independencia y trascendencia con relación al cerebro.
En
nuestra visión la consciencia es una complejidad que abarca el mundo
espiritual, el cerebro, el mundo mental de lo psicológico, las células, los
órganos, los diversos sistemas: nervioso, inmune, endocrino, inmune.
La
Creación toda es una manifestación de la Consciencia. Somos seres maravillosos,
cósmicos, materiales, espirituales… inmortales.
Por
razones de espacio continuaremos desarrollando estos puntos en el próximo post,
el cual tratará acerca de la neuroplasticidad (plasticidad cerebral), la
observación, el pensamiento/emoción y la creación e interpretación de la
realidad como elecciones personales en función de tener una existencia plena de
bienestar.
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